viernes, 30 de marzo de 2007

Conciertos (II): Conciertos para clarinete, oboe y fagot

Silueta de Anton Stadler


En 1791, Mozart, su esposa Konstanze, su discípulo Süssmayr y su hermano masón, amigo y virtuoso clarinetista, Anton Stadler, viajan por última vez a Praga. Mozart va a estrenar allí su última ópera, La clemenza di Tito, pero todavía le faltan algunas partes por concluir. Algunas de esas partes, unos solos obligados para el clarinete y el basset horn que Mozart incluyó para el lucimiento virtuosístico de su amigo, los concluirá allí mismo, en la diligencia que les lleva a Praga. A Stadler lo conoció Mozart en su logia masónica Zur Wohltätigkeit en la que ingresó a finales de 1784, y su relación con él fue clave para que nacieran las obras para clarinete que Mozart escribió en sus últimos años, ya que su talento como clarinetista le dio la posibilidad de escribir composiciones más complejas para el instrumento, que se pudieran interpretar con el virtuosismo necesario para alcanzar la expresión que Mozart buscaba . Algunas de esas composiciones en las que Mozart incluyó el clarinete son verdaderas obras maestras, llenas de una fuerza y una belleza incomparables. El trio Keggelstatt, la serenata Gran Partitta, el quinteto para piano y viento y, sobre todo, el quinteto y el concierto para clarinete son obras que por sí solas explican el enorme nivel de madurez compositiva que Mozart llegó a alcanzar.

En Praga, más que La Clemenza y Mozart, el que triunfó fue Stadler como solista e intérprete. Debido a ello, de regreso a Viena, el clarinetista le pidió a Mozart que escribiera un concierto para que pudiera estrenarlo en aquella ciudad. Mozart compusó el concierto para clarinete retomando unos pocos compases de un concierto para ese instrumento que había escrito tiempo atrás. "El milagro de Bohemia", como le llama Mozart en algunas cartas, partió hacia Praga y el 16 de octubre estrenó en su Teatro Nacional la espléndida obra. Stadler estuvo de gira por Europa durante varios años y no volvería a Viena hasta 1796, por lo que no estuvo al lado de su amigo en el momento de su muerte. Y Mozart nunca pudo ver interpretado su último gran concierto.





Concierto para clarinete en la mayor, K622
  1. Allegro
  2. Adagio
  3. Rondo. Allegro

Concierto para oboe en do mayor, K314

  1. Allegro aperto
  2. Andante ma non troppo
  3. Rondo. Allegretto

Concierto para fagot en si bemol mayor, K191

  1. Allegro
  2. Andante ma adagio
  3. Rondo. Tempo di menutto
    Alfred Prinz, clarinete
    Gerhard Turetschek, oboe
    Dietman Zeman, fagot

    Karl Böhm
    Wiener Philharmoniker







    domingo, 25 de marzo de 2007

    Actualización de Idomeneo

    Para todos aquellos que tenían problemas con Megaupload, aquí les dejo los enlaces de Idomeneo en el servidor Rapidshare.

    Idomeneo, rè di Creta, K366

    Idomeneo: Wieslaw Ochman
    Idamante: Peter Schreier
    Ilia: Edith Mathis
    Elettra: Julia Varady
    Arbace: Hermann Winker
    Gran Sacerdote: Eberhard Büchner
    La Voz: Sigfried Vogel
    Dos cretenses: Helga Termer, Heidi Ries
    Dos troyanos: Armin Ude, Wolfgang Hellmich

    Karl Böhm
    Rundfunkchor Leipzig
    Staatskapelle Dresden

    Idomeneo - Parte I (Rapidshare)
    Idomeneo - Parte II (Rapidshare)
    Idomeneo - Parte III (Rapidshare)
    Idomeneo - Parte IV (Rapidshare)
    Idomeneo - Parte V (Rapidshare)

    Que la disfruten, y hasta la próxima vez.

    viernes, 23 de marzo de 2007

    Conciertos (I): Conciertos para piano nos. 8 y 9

    En 1776, Mozart tiene veinte años, y se ha pasado la mayor parte de su vida viajando. Ahora, en Salzburgo, vive un período de tranquila existencia, descubriendo su genio creativo y componiendo las primeras obras maestras de su catálogo. El desarrollo en la composición que experimenta durante este período es asombroso. En un período de apenas nueve meses, compone los 5 conciertos para violín, una colección que demuestra como ninguna otra este desarrollo sobrehumano. Del primer concierto al quinto, se observa un progreso que podríamos considerar de varios años, pero que Mozart logra en menos de uno.
    Estos dos conciertos que les ofrezco hoy, son los primeros que compone para piano que pueden considerarse obras mayores en su catálogo, sobre todo el número 9, dedicado a una pianista francesa, y que a la luz de la envergadura del concierto, y aunque apenas existen datos biográficos, debió ser una pianista de gran altura. Con ella se volverá a encontrar unos años depués en su tercer y último viaje a París. Los conciertos, luminosos y alegres, tienen en sus movimientos centrales una melancolía puramente mozartiana. En el andantino del número 9, lleno de oscuros presentimientos, vemos los ecos de la reciente sinfonía en sol menor y, sobre todo, esos futuros (y todavía lejanos) días de dolor y tristeza que el compositor, en esos momentos, ni siquiera es capaz de imaginar.




    Concierto para piano nº 8 en do mayor, K246
    1. Allegro aperto
    2. Andante
    3. Rondeau: Tempo di menuetto
    Concierto para piano nº 9 en mi bemol mayor, K271 'Jeunehomme'

    1. Allegro
    2. Andantino
    3. Rondeau. Presto - Menuetto - Presto

      Vladimir Ashkenazy (tocando y dirigiendo)
      Philharmonia Orchestra



    Concierto para piano nº 8 - Vladimir Ashkenazy

    Concierto para piano nº 9 'Jeunehomme' - Vladimir Ashkenazy

      domingo, 11 de marzo de 2007

      Óperas (II): Idomeneo

      Hieronymus Graf Colloredo

      Idomeneo fue la primera obra que Mozart escribió sintiéndose libre. Los músicos en aquella época no eran artistas, tal y como hoy los entendemos. Trabajaban y componían para alguien, normalmente para un príncipe, un conde o, como en el caso de Mozart, un arzobispo, y la música que hacían tenía que ser del gusto de estos nobles, lo cual se traducía normalmente en obras convencionales o de fines poco trascendentes. Los músicos tenían la misma importancia que los jardineros o los cocineros de palacio, y solían comer en la misma mesa, como simples sirvientes. Todos sabemos lo que molestaba a Mozart que lo trataran como tal. No es hasta Beethoven cuando nace realmente el artista moderno, independiente, cuyo arte no depende más que de sí y no tiene otra finalidad que el arte mismo. Fue con una célebre carta a su protector como el compositor rompió con el pasado y dio luz a una nueva concepción del arte, que perdura hasta nuestros días. He aquí el trascendental mensaje: "Príncipe, lo que usted es, lo es por una simple razón de nacimiento; lo que Yo soy, lo soy por mí mismo. Príncipes hay, y habrá miles; Beethoven sólo hay uno".

      Pero antes de Beethoven, Mozart fue ya un artista libre. Y su libertad comenzó con esta ópera, ya que no la escribió por mandato del hombre que le ordenaba lo que tenía que componer, el arzobispo de Salzburgo, Hieronymus Colloredo. Fue un encargo que vino de Munich, y que Mozart aceptó voluntariamente, y era componer una ópera para los carnavales de esa ciudad. La orquesta que la interpretaria, la mejor del mundo en aquel momento, la de Mannheim. Y Mozart aprovechó esta circunstancia para escribir una obra orquestalmente apoteósica y grandiosa. Después del estreno, Mozart viajó a Viena llamado por Colloredo. Allí, harto del menosprecio que su benefactor le dedicaba continuamente a su arte, rompió con él, se independizó. Es curioso la diferencia de formas en que Beethoven y Mozart acabaron con sus yugos, el aleman con la referida carta, de tono heróico, solemne y orgulloso; el austriaco, tras una fuerte discusión, recibiendo una patada en el culo por parte de un servidor del arzobispo. Esto dice mucho de la personalidad de ambos músicos. Mozart ya no regresó a Salzburgo ni se marchó de Viena. Los últimos diez años de su vida en la capital austriaca son los del artista, los del maestro, los de la libertad, los de las obras maestras, pero también los de las penurias y las dificultades.

      (Antes de continuar, les anuncio que es mi intención, a partir de este momento, ofrecerles sólo obras de Mozart, cuyas versiones serán las que yo considero mejores. No siempre mi gusto coincidirá con el de ustedes, pero deberán conformarse con mis elecciones.)

      La versión de Idomeno que les ofrezco es la de Karl Böhm con la Staatskapelle de Dresde.

      Idomeneo - Parte I

      Idomeneo - Parte II

      Idomeneo - Parte III

      Idomeneo - Parte IV

      Idomeneo - Parte V

      Que la disfruten y hasta la próxima vez.

      lunes, 5 de marzo de 2007

      Mozart de camino a Praga (II)


      El público que ha asistido al estreno de Don Giovanni aquel 29 de octubre de 1787, entre los que se encuentran Giaccomo Casanova y la archiduquesa Maria Teresa, está sobrecogido, entusiasmado y fascinado por lo que está viendo. Mozart dirige desde el atril, orgulloso, su obra maestra. La última noche la ha pasado despierto, terminando la Obertura y el finale del segundo acto, quizá las páginas más oscuras y asombrosas de toda la ópera, que ha podido entregar al copista a tiempo esa mañana. Sabe que si no hubiera terminado esas dos partes, el estreno se hubiera retrasado una vez más, cosa a la que no estaba dispuesto. En ese momento, en el escenario, todos los personajes entonan al unísono un Viva la libertà! que hace estremecer a todo el Teatro Nacional de Praga. La archiduquesa se revuelve, incómoda, en su silla. Casanova, oculto entre las sombras de la grada, sonríe para sus adentros; él ha tenido mucho que ver en esta parte. Es un grito de ingenuo hedonismo, pero visto hoy, y sabiendo cuán cerca estaba la revolución Francesa, podría parecernos un inquietante y visionario canto contra la opresión y la libertad de los pueblos.

      Llega la larga escena del finale, que hace presagiar veladamente que algo terrible va a suceder. De pronto, la estatua del comendador irrumpe en escena y con voz cavernosa amenaza al pecador y le exige su arrepentimiento. Don Giovanni se niega y del escenario surgen las llamas del infierno que engullen a su víctima cuya última aportación a la obra es un grito estremecedor. La música, oscura y terrible, tiene amedrentado al teatro. Nadie respira, nadie se atreve a moverse. No se ha visto nunca nada igual en un teatro de ópera. Cuando acaba la obra, y tras salir de la inicial estupefacción, el público ovaciona emocionado al maestro. Praga se rinde ante el genio. La representacion de Don Giovanni, unos meses más tarde, en Viena, contrasta tristemente con este éxito. La indiferencia es tal, que pronto deja de representarse. José II, en un intento de justificación, diría: "esta música es demasiado fuerte para los vieneses.

      En un documental sobre la película Amadeus, Milos Forman cuenta una anécdota que surgió durante el rodaje de la pelicula. Todo el equipo se había trasladado a Praga, una ciudad que en verdad iba a servir como escenario de la Viena del siglo XVIII, pues los años de comunismo mantenian la ciudad tal y como estaba en aquel siglo. No había rastro de anuncios publicitarios ni emporios comerciales. Las escenas de las representaciones de ópera las rodaron en el mismísimo Teatro Nacional de Praga. Cuando llegaron allí el primer día y comenzaron los preparativos para el rodaje, se dieron cuenta que Peter Schaffer, el dramaturgo que había escrito la obra de teatro en la que se había inspirado Forman para su película, había desaparecido. Lo buscaron durante un rato y finalmente lo encontraron agazapado en un rincón, llorando. Le preguntaron por qué lloraba, qué le ocurría. Él les repondió que lloraba porque estaba en el mismo sitio dónde Mozart había estrenado su Don Giovanni 200 años antes, y era mucho más conmovedor en tanto que el teatro no había cambiado nada en ese tiempo, estaba igual que cuando Mozart lo pisara en 1787. Cualquier persona que ame a Mozart comprende la emoción de Schaffer. Praga fue la única ciudad que de verdad quiso a Mozart y entendió su grandeza, y estar allí rodando una película sobre su amado músico debió ser muy emocionante para él.

      Les ofrezco una versión muy especial de ésta ópera. La dirigida por Karl Böhm en 1976. Y es especial porque también él, junto a los cantantes y técnicos se trasladaron a Praga para grabarla. Todo un símbolo.

      Que la disfruten, y hasta la próxima.


      Don Giovanni - Parte I
      Don Giovanni - Parte II
      Don Giovanni - Parte III
      Don Giovanni - Parte IV
      Don Giovanni - Parte V

      sábado, 3 de marzo de 2007

      Mozart de camino a Praga


      Es el año 1787. Un moderno y colorido carruaje cruza los arbóreos parajes del Imperio. En él viaja un ilustre matrimonio vienés, Wolfgang y Konstanze Mozart. Van camino de Praga, donde el compositor va a estrenar su obra maestra Don Giovanni, la que E. T. A. Hoffmann calificó como "la ópera de las óperas", y por la que Goethe dijo "ningún otro compositor salvo Mozart podría poner música a mi Fausto". Van hablando del futuro, soñando con un éxito que les permita olvidarse de las deudas y las dificultades. La esperanza de que todo va a mejorar confiere a su conversación un tono risueño y alegre. Su felicidad, sin embargo, contrasta con nuestra tristeza, porque sabemos que nada mejoró, bien al contrario. El patetismo de sus últimas cartas, en las que suplicaba a sus amigos dinero y en las que confesaba, incluso, haber robado comida, nos habla de la inmerecida suerte de sus últimos días. Mozart murió lleno de deudas, enfermo y desencantado. Pero, como afirma Norbert Elias, lo que verdaderamente causó la muerte a Mozart fue el rechazo, la indiferencia que su música llegó a provocar al final de su vida en los vieneses, que jamás fueron conscientes de la verdadera envergadura de aquel compositor, y no llegó a ser para ellos más que un producto que se pasó de moda y del que pronto se cansaron. Y el amor de Viena lo era todo para Mozart.

      Les ofrezco una pequeña obra, triste y trágica, pero llena, a su vez, de esperanza, fiel reflejo de aquellos años díficiles. Suban el volumen de sus altavoces, apaguen las luces, pónganse cómodos y sumérjanse en la contradictoria alma mozartiana.

      Que lo disfruten y hasta la próxima vez.

      Música para un funeral Masónico

      viernes, 2 de marzo de 2007

      ¿Será éste el comienzo de una hermosa amistad?

      En mi primera entrada no diré nada, salvo que es muy tarde, tengo sueño y prefiero dormir a exigirle a mi cansado cerebro que piense algo interesante, moderno, poco convencional o conciso, que es como debería ser una buena presentación. Es muy tarde y tengo sueño. Ya es bastante haber estado dos horas pensando en el título, que finalmente he sacado de un titular, de la sección cultural de El País, sobre Al Lewis (podéis consultar este nombre, como muchas otras cosas, en la wikipedia, pero si no queréis perder el tiempo: es el actor que interpretaba al abuelo vampiro de "La familia Monster").

      Todos mis mejores amigos, aquellos con los que puedo pasar horas y horas sin cansarme, de los que aprendo cada día algo nuevo, y que me estimulan y me hacen mejor persona, están muertos. Hay otros, afortunadamente vivos, que me quieren, me hablan, me escuchan o me odian, cosas maravillosas que no pueden darme aquellos otros. Y a su vez también me hacen feliz y me hacen mejor, como aquellos otros. Pero aquellos son más y estos, muy pocos. Algún homenaje les haré a unos y a otros en este blog, cuando se lo merezcan.

      Y por último (joder, qué sueño), espero tener audiencia, porque todo lo que haga aquí lo haré por el reconocimiento, sino no le veo la gracia...

      Que sean todos muy felices, y hasta la próxima vez.